
Lo segundo es que cumplamos su voluntad. Para ello, nos oferta tres cosas: pan, sostenernos en la tentación y librarnos del Malo; y nos pide la tercera, que perdonemos como el perdona. Nos enseña que el perdón es la facultad fundamental del hombre y que al ejercerla nos asemejamos a Dios; perdonamos como Él. En el hombre que perdona veremos, así, el rostro de Dios. Y este perdón no es una simple renuncia a la venganza, es que el perdonado y el que perdona se reconozcan como hijos de Dios y se encuentren.
Juan Pablo Navarro
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