Una de las causas que mueven más al descreimiento es el dolor del Mundo. El que alega esta causa tiene la imagen de un Dios bueno, enemigo del mal. ¿No es éste el Dios de Jesús?
Para los cristianos, Jesús es Dios hecho Hombre. Como nosotros compartió el sufrimiento, el mal y la muerte. Y ésta fue trágica, solo, abandonado por sus discípulos, desacreditado, vencido, torturado, con la única compañía de algunas mujeres, del discípulo amado y de su madre, que a los pies de la cruz lloraba un hijo que ante sus ojos moría en la cruz.
Pero los cristianos no creemos que Jesús acabó fracasando ante la muerte. Porque sabemos que Él nos enseñó que Dios está con el que sufre, que con cada hombre que acompaña al sufriente es Dios mismo el que se acerca. Porque sabemos que el Mal no tiene la última palabra y que el perdón nos redime. Y porque sabemos que la muerte no es el final, que la resurrección la alcanzamos ya hoy siguiendo a Jesús y más allá de nuestra vida terrenal cuando miremos cara a cara al propio Dios.
Como diría Óscar Wilde, el sufrimiento no es un misterio, es una revelación. El contemplar a Cristo y seguirle es la única manera de transformar el sufrimiento, el mal y la muerte en Luz.
Juan Pablo Navarro
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