Hoy es Sábado Santo y Cristo ha descendido a los infiernos, es decir, ha compartido la experiencia de la muerte.
Hablaba el otro día en ”Los Límites del Amor"
de nuestra incomunicación, de nuestra íntima soledad que nos frustra la
plenitud y sobre la esperanza en poder algún día colmarla. Así, en esta
día en que Cristo muerto reposa en el silencio de la muerte, creemos
que, entonces, accedió a ese reino oscuro, allí donde estaba la más
profunda soledad, la más profunda incomunicación, y lo llenó con su Luz y
nos abrió la puerta de la eternidad.
Y así, confiamos en que la muerte ya no es negrura, ya no es soledad
sin fin, ya no es la nada; y que, cuando llegue nuestra hora, un rostro
que es Amor nos acompañará para atravesar esa puerta y alcanzar la
eterna, la infinita, la plena Luz de Dios.
Juan Pablo Navarro
maratania@maratania.es
Los límites del Amor y la necesaria Esperanza
Existen barreras para el Amor que dan sólo amor, amor escaso,
cercado, de alguna manera frustrado. Cuando el instante que queremos
eterno se nos escapa, cuando mirando lo admirado no alcanzamos a
aprehenderlo y cuando al ser salvado de las aguas y con gesto agradecido
queremos abrazar al que nos dio la mano, comprobamos los limites de
nuestros gestos.
Sólo una pared que tocamos, voces que se nos esfuman, sólo una mirada que, cuando más amamos, es como mirar al otro lado a través de un cristal, son el corto premio a nuestra búsqueda. Y aunque amemos confiados siempre hay un más allá que se nos va. Y así, como al contemplar el atardecer en la playa nos regalamos para que no se nos escape ni el tiempo ni el espacio y que todo nuestro yo esté en ese entonces, intensamente, en ese allí, es, en conclusión, sólo arena que resbala de nuestras manos.
Así que entonces, ahora, aquí, sólo me que queda agarrarme a la Esperanza de que habrá un tiempo que no será Tiempo, un Aquí que no será aquí, que será un Cielo en que tú, yo y Él seremos, sí, solo Amor, Amor eterno, Amor total. Que así sea.
Juan Pablo Navarro
Sólo una pared que tocamos, voces que se nos esfuman, sólo una mirada que, cuando más amamos, es como mirar al otro lado a través de un cristal, son el corto premio a nuestra búsqueda. Y aunque amemos confiados siempre hay un más allá que se nos va. Y así, como al contemplar el atardecer en la playa nos regalamos para que no se nos escape ni el tiempo ni el espacio y que todo nuestro yo esté en ese entonces, intensamente, en ese allí, es, en conclusión, sólo arena que resbala de nuestras manos.
Así que entonces, ahora, aquí, sólo me que queda agarrarme a la Esperanza de que habrá un tiempo que no será Tiempo, un Aquí que no será aquí, que será un Cielo en que tú, yo y Él seremos, sí, solo Amor, Amor eterno, Amor total. Que así sea.
Juan Pablo Navarro
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